La primera trampa ha sido la inclusión, en el Anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, de una serie de modificaciones que afectan gravísimamente a derechos fundamentales y que otorgan al Ministerio de Cultura facultades que sólo corresponden a los jueces. Por esa razón suscribí el Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en internet.
La segunda trampa fue la convocatoria de una reunión en el Ministerio de Cultura con un grupo de bloguers y periodistas convocados ad hoc (todos ellos perfectamente representativos de la ola de indignación que corrió por la red y que se expresó en el Manifiesto) en la que evidentemente no había ninguna voluntad de diálogo por parte gubernamental y que puso de manifiesto la relevancia que otorga la ministra a esta cuestión al abandonar la reunión que ella misma había convocado a los 30 minutos para asistir a la inauguración de un museo.
La tercera trampa, es el modelo de control que pretende imponerse en España a la circulación de contenidos por internet, un procedimiento a todas luces abusivo y arbitrario.
En el fondo de este debate anunciado (baste recordar como recibió la red el nombramiento de la actual ministra de cultura), subyace el sometimiento del poder político a los lobbys de unas industrias cuyas modelos de negocio han sido resquebrajados por la innovación tecnológica. Escribí una fábula sobre este tema que desgraciadamente ha cobrado plena actualidad.
Es un atropello de tal calibre el que se está fraguando que me atrevo a decir que nuestras libertades en internet, nunca habían estado bajo tanto peligro como ahora.