Me entrevistó Renata Cabrales para su artículo en Cuadernos de Periodistas sobre el uso de Twitter como fuente periodística. Esto es lo que le conté:
Twitter pierde valor por no tener una fórmula clara de negocios, pierde valor por no saber atraer nuevos usuarios, pierde valor por no poder controlar los comportamientos abusivos de usuarios anónimos. ¿Crees que ha perdido valor también frente al uso que le han venido dando medios, periodistas y ciudadanos interesados en informarse? ¿Por qué razones estaría ocurriendo lo que describo, si es que está sucediendo así, y cómo contrarrestarlo?
Twitter tiene un valor como marca y como soporte publicitario distinto al valor que tiene como plataforma para sus usuarios. Como le ha ocurrido a todas las empresas tecnológicas cuando han salido a bolsa, Twitter también acusa el enfrentamiento entre sus padres innovadores y los representantes de los accionistas. Las prioridades de estos actores siempre han sido diferentes, y en el medio están los usuarios, padeciendo las inconsistencias de un modelo que pivota sin rumbo definido entre lo que pudo haber sido y lo que todavía podría llegar a ser.
¿Qué tan difícil resulta separar la paja del trigo en Twitter en términos periodísticos y qué herramientas y procesos te facilitan a ti hoy ese trabajo? ¿Se quedó corto Twitter en ofrecer recursos o herramientas apropiadas para realizar la labor que describo?
Twitter no fue diseñada para los periodistas, aunque indudablemente es el colectivo que más partido le ha sacado, junto a la clase política y al star system. Al tratarse de una herramienta carente de un propósito definido, Twitter siempre estuvo abierta a las adopciones y transformaciones que sus usuarios le fueron imprimiendo. Lo único que se le puede reprochar a Twitter es su incapacidad o indecisión de ofrecer servicios premium a sus superusuarios.
Hay quienes dicen (analistas de medios tecnológicos e incluso periodistas) que Twitter dejaría de existir como red relevante si medios y periodistas dejan de tener presencia activa en esta red, ¿estás de acuerdo con esa afirmación? ¿Cuál es tu postura en ese sentido?
Twitter seguirá existiendo mientras haya quien apueste por su marca o por su valor como plataforma publicitaria y mediática. De todas formas, con independencia de su futuro como empresa, Twitter ya ha tenido un impacto en la cultura de los usuarios de la red de tal calibre que, aunque desapareciera, sus usuarios buscaríamos servicios alternativos para sustituirlo.
Todos sabemos que es imposible contextualizar o explicar en 140 caracteres realidades complejas o profundas. También sabemos lo poco que los lectores dan clic a un link publicado en Twitter para ampliar información. ¿Acaso como medios y periodistas hemos sobredimensionado las capacidades de Twitter? ¿O se equivocaron sus creadores al pasar del «qué estás haciendo» al «qué está pasando»?
A pesar de su extensa y exitosa historia, Twitter sigue arrastrando los prejuicios que le acompañaron desde su nacimiento. Lo cierto es que las realidades más complejas y profundas que decimos o escuchamos a lo largo de nuestra vida pueden expresarse con menos de 20 palabras, que son las que caben en un tuit.
Después de tantos años viviendo en el Mundo Twitter y de declararte apasionado años atrás por esta red social, ¿cómo la vives hoy y qué retos cree que tienen medios y periodistas para aprovecharla al máximo?
Cuando publiqué Mundo Twitter en 2011 lo definí como la plataforma que cambió la red, hoy lo sigo creyendo aunque mi perspectiva sobre los medios sociales es cada vez más holística y cada vez menos dependiente de una solución tecnológica en particular. Los retos para los medios, siguen siendo los mismos que hace 10 años: transformar su lenguaje, su estilo y sus dinámicas de interacción para adaptarse a una plataforma conversacional que premia la transparencia y la cercanía.
¿Qué periodistas y/o medios hoy consideras están haciendo bien su trabajo en Twitter?
Te remito a esta lista de 50 cuentas que recomiendo a mis estudiantes.
Ver: «Twitter como fuente periodística», en Cuadernos de Periodistas, núm. 34, pp. 92-101.