Autor invitado: Juan José García-Noblejas.
Hace unos días escribí aquí a propósito de lo dicho por José Luis Orihuela sobre Foremski y los viejos y nuevos medios. Hablaba de lo inquietante que es la falta de profesionalidad en el mundo del periodismo o de la comunicación pública. Puesto que cometí la ingenuidad de decir que hay más fuentes de inquietud, me veo ahora comprometido a decir algo sobre lo precario que es hacer una distinción tajante entre «ficción» y «no-ficción», o poner distancia entre una «impresión o ilusión de realidad» y la realidad.
Basta pensar, por ejemplo, en la larga y rica historia de películas sobre periodismo para saber que «print the legend» (como se resume «This is the west, sir. When the legend becomes fact, print the legend») no es sólo una ocurrencia en «The Man Who Shot Liberty Valance», de John Ford. La leyenda, no la mentira, es algo necesario para dar cohesión a las comunidades humanas, y no sólo en el «salvaje oeste».
De igual modo, «Citizen Kane» y su «rosebud» nos hace ver que en la realidad no sólo hay problemas, cuestiones o enigmas que resolver, sino que el misterio forma parte de ser personas, y que no está de más saber admirar y hacer admirar ese misterio, haciéndolo visible en algún aspecto.
Lo malo empieza cuando el cínico «no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje» se convierte en moneda de curso legal. Y lo que se ha dicho de los «hechos» y las «ficciones» en cine y periodismo, como lo dicho en literatura y filosofía, en los «viejos medios», resulta que no es ajeno a lo que tenemos entre manos con los «nuevos medios», con Internet, Web 2.0, o el periodismo ciudadano y las «ilusiones y desilusiones de realidad» que nos salen al encuentro.
Pero el caso es que aquí no interesa discutir ni el principio de no-contradicción, ni las formalidades lógico-lingüísticas, ni tampoco abundar en cuestiones del «Periodismo 3.0» de Juan Varela, o en lo bien dicho aquí mismo por Gemma Ferreres (All the News That’s Fit to Print). Por eso, podemos ver un par de paradojas que pongan en crisis esas categorías en torno a la «ficción», demasiado cómodas y redondas, que circulan por el imaginario colectivo de nuestra cultura.
La primera paradoja es la planteada por Ezra Pound cuando dijo aquello de que «literature is news that stay news». ¿Es aceptable lo dicho en esta frase, sin recurrir a sentidos metafóricos? El caso es que viene a decir que la literatura (esto es, la «ficción») consiste en «nuevas» o noticias (esto es, la «no-ficción»: el periodismo, p.e.), cuando resulta que esas noticias «permanecen nuevas» o «siguen siendo noticias».
Como se trata sólo de señalar la paradoja, aquí queda esta primera muestra de precariedad de una distinción tajante entre «ficción» y «no-ficción». Ocasión habrá, si es el caso, de seguir con ella.
La segunda paradoja viene a propósito de la aparición pública, en junio del año pasado, del señor Mark Felt como el «Garganta profunda» del escándalo Watergate. Enseguida los periódicos empezaron a recordar aquello de «Follow the money» como la pista que aquella fuente quiso dar de entrada a Woodward y Bernstein para que indagaran acerca del Watergate. El caso es que esa frase, que se ha integrado en la realidad histórica como una especie de «hecho sagrado», es estricto fruto de la imaginación creadora de William Goldman, el estupendo guionista de «All the President’s Men», la película que «ficcionaliza» la historia no-ficticia de los dos periodistas del Washington Post.
Fue un amigo de Goldman, Frank Rich, quien tuvo que poner las cosas en su sitio, escribiendo un artículo en el New York Times (12-06-2005). En ese artículo, reclama para la imaginación narrativa y dramática de su amigo la autoría de una expresión («follow the money«) que ha circulado durante 30 años por el mundo como si fuera un «dato histórico» poco menos que incontrovertible.
Esto, que parece cosa de poca monta, sin embargo fue visto de inmediato por Stacy Schiff como un inquietante síntoma de la hoy dudosa distinción entre «facts and fiction», entre «hechos y ficción», en el periodismo y en la sociedad.
Después de recordar que la mayor frontera menos vigilada ya no es la que hay entre USA y Canadá, sino la que hay entre «fact and fiction», dice que disparará sobre el próximo que le diga que el «Da Vinci Code» es un libro escrito con hechos históricos cuidadosamente investigados.
Inquietante situación, por tanto, la de una sociedad que acepta -burla burlando, como quien no quiere la cosa- la falsa veracidad de Dan Brown, y que al tiempo manifiesta (al menos un 60% de los ciudadanos USA) que no cree lo que dice la prensa.
Inquietante situación en la que el 21% de los jóvenes estadounidenses dicen «informarse de la realidad viendo las series de televisión». Dice Schiff que si «el periodismo antes era como el primer borrador de la historia, ahora lo son los guiones de las ficciones televisivas».
Y esta es su inquietante conclusión: «Facts seem important. Facts have gravitas. But the illusion of facts will suffice. One in three Americans still believes there were W.M.D.’s in Iraq».
Es inquietante que hoy en día, muchos se contenten con una mera «impresión de realidad». Porque si hoy es fácil creer y pensar lo que a cada uno le apetece, es también debido a lo fácil que es encontrar (en los «medios»: los viejos y no digamos los nuevos) alguien que confirme nuestra impresión de que las cosas son como en ese momento nos parece o nos conviene que sean.
Inquietante que tantas veces acudamos a los medios buscando de entrada confirmar nuestros pareceres. E inquietante que haya siempre en los medios alguien dispuesto a decirnos lo que queremos oir. Ni que fueramos dictadores o tiranos de tercera división.
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