La Fundación del Español Urgente (Fundéu) ha recomendado las expresiones “atracón de series” o “maratón de series” para aludir a la práctica de consumir contenidos televisivos de modo serial, que en inglés se designa como binge-watching.
Una interesante investigación acerca del modo en el que la prensa ha dado carta de naturaleza al binge-watching, revela que la expresión se volvió popular entre 2011 y 2015, cuando fue escogida como palabra del año por el diccionario británico Collins.
Aunque todavía se trata de un fenómeno muy reciente como para que existan amplios consensos acerca de su significado, la tendencia parece orientarse a encuadrar los maratones televisivos como una nueva forma de consumo, asociada a la cantidad de episodios seguidos que se visionan, más que al tiempo de visionado. Así, por ejemplo, el consumo de más de dos episodios seguidos de una misma serie (con independencia de su duración) se considera binge-watching.
Frente al modelo televisivo clásico, basado en la programación, la nueva televisión surgida gracias al streaming, se articula en torno a catálogos —que son inmensas bases de datos de contenidos televisivos—, cuyo consumo ya no está calendarizado por los programadores, sino que depende enteramente de las decisiones de los usuarios.
Los nuevos televidentes concentran el consumo de sus series favoritas en sesiones intensivas (atracones o maratones) durante las que se sumergen en universos de ficción de un modo análogo al del lector que se “engancha” a una novela, o a una trilogía.
Como en cualquier otra modalidad de consumo de productos de las industrias del entretenimiento, también el binge-watching admite grados, que pueden ir desde el visionado seguido de tres episodios de 20 minutos (que no deja de ser la mitad de un largometraje) hasta umbrales próximos a la adicción (fines de semana completos dedicados a maratones televisivas).
Las repercusiones del visionado intensivo de series pueden afectar a las horas de sueño, a la productividad laboral, a las relaciones sociales, a la dieta, al consumo de otros contenidos (videojuegos, cine, literatura y televisión en abierto) y, comienzan a impactar sobre la producción televisiva (cantidad de episodios por temporada, cantidad de temporadas y duración de los episodios).
Además, es cada vez más frecuente que los episodios de las series destinadas a streaming prescindan de la clásica recapitulación inicial y acorten sus títulos de crédito.
Aunque la práctica del consumo intensivo de contenidos de ficción se remonta a los videojuegos y a los packs de series en DVD, lo cierto es que las plataformas de streaming (encabezadas por Netflix) son las que han llevado a una dimensión los procesos de selección de contenido (inmensos catálogos, buscadores por palabras clave, navegación por géneros y autores, algoritmos de recomendación y reproducción automática del siguiente episodio).
Salvo excepciones muy puntuales (como el estreno de los nuevos episodios de la serie Juego de Tronos), todo parece indicar que las nuevas generaciones de televidentes no están dispuestas a esperar una semana para ver el siguiente episodio de su serie favorita (y menos dispuestas aún a las interrupciones publicitarias).
Es preferible no demonizar los atracones de series o maratones televisivos, estar atentos a las prácticas excesivas que afecten a la vida regular, y asumir que los “nuevos medios” traen consigo “nuevos modos” de consumo, cada vez más alejados de los medios y los modos tradicionales.
El binge-watching no es necesariamente malo, ni peor que otros modos de consumo televisivo, pero se configura como una experiencia inmersiva en lugar de un visionado esporádico. Marshall McLuhan decía que «la gente realmente no lee los periódicos: entran en ellos cada mañana como si fueran un baño caliente». Tal parece, hoy, la naturaleza del nuevo consumo televisivo. Nos dormimos tibiamente arropados por nuestras ficciones favoritas.
Publicado originalmente en Protege tu corazón (20/5/19). Anterior: Las noticias falsas tienen efectos verdaderos.