Cuando propuse 20 libros para leer en 2020, sostuve que los libros pueden ser una forma de rebelión ante el acoso tecnológico. Hoy quiero profundizar en esta idea pues creo que es una llave que puede abrir varias puertas.
Sin necesidad de llegar a los extremos propios del discurso tecno-apocalíptico, parece cada vez más evidente que la hiperconectividad que aportan los teléfonos inteligentes y la exposición a la que estamos sometidos en las redes sociales nos están causando cada vez más ansiedad.
La red ha alterado, entre otras muchas cosas, los modos de experimentar el espacio (que se ha vuelto virtual y global) y el tiempo (que se ha acelerado tanto que la información se despliega en paralelo a los eventos).
Crece la necesidad de recuperar espacios personales (libres de exposición y de notificaciones) y tiempos lentos (lejos de la urgencia del tiempo real y de la inmediatez que nos reclaman las redes).
Aquí es donde el libro (confieso mi preferencia por el de papel frente al electrónico) aparece con la elocuencia de un objeto real y palpable que nos invita a acomodarnos en un lugar tranquilo y a dedicarle un tiempo prolongado para poder extraer sus tesoros.
La lectura nos reconecta con nosotros mismos, evoca recuerdos, estimula imágenes, provoca emociones y, sí, nos hace viajar a otros tiempos y a otros lugares.
En una reciente columna en el New York Times, el escritor Jorge Carrión (paladín de las librerías frente a Amazon) alude, precisamente, al consuelo de los libros frente a la angustia de internet: “Internet es un gran fantasma incorpóreo que no para de alejarse de la escala humana; frente a ese nuevo universo infinito, los libros de la vieja Galaxia Gutenberg que, como nosotros, son individuales, tienen cuerpo, son del tamaño de nuestras manos, nos dan un poco de consuelo”.
Recuperar la escala humana es leer un “libro de bolsillo” en un parque, engancharse a una novela en una terraza, volver a estudiar leyendo con un lápiz en la mano, conversar sobre libros con la familia y los amigos, pedirle recomendaciones a un librero o a un maestro, ir armando una biblioteca comenzando por un estante.
El retorno de lo vintage (o la revancha de lo análogo, como reza la obra de David Sax, subtitulada “las cosas reales y por qué importan”) es una buena noticia para el libro (también para el vinilo, la fotografía y los juegos de mesa). Se trata de volver a usar tecnologías más manejables y recuperar el valor de los objetos y los procesos artesanales.
Los libros sobre libros se ponen de moda en plena angustia digital. Al decir de Carrión: “los lectores estamos reclamando la existencia de libros sobre libros, editores, librerías y bibliotecas en los que refugiarnos, porque nuestros cerebros no pueden asumir la nueva velocidad del mundo”.
La lectura exige una disciplina que nos devuelve el control de nuestro tiempo (capturado por la navegación interminable de los muros sociales y del streaming televisivo) y el libro nos ofrece un mundo delimitado, ordenado y accesible (en contraposición a la infinidad caótica del mundo online).
Más reading y menos streaming no es un alegato en contra de la televisión (donde se está haciendo la mejor ficción de nuestro tiempo), sino más bien a favor del libro y la lectura, para integrarlos entre nuestras opciones de ocio y para rescatarnos del naufragio en las procelosas aguas del mundo digital.
Publicado originalmente en Protege tu corazón (15/2/20). Anterior: Cuatro ideas para mantener los propósitos de 2020.