Autor invitado: Juan José García-Noblejas.
Hace tiempo se decía que una película necesitaba dos años para ser escrita, dos meses para ser producida, dos horas para ser vista y dos minutos para ser olvidada. Bromas y asuntos de calidad cinematográfica aparte, la industria del cine está cambiando muy rápido. Lo cuento en dos minutos y luego se puede olvidar en dos segundos.
Plantea el NYT que los tiempos de exhibición de las películas están «encogiendo» de modo sorprendente.
El resultado económico de una película es el resultado de una complicada ecuación de muchas variables. Si el costo medio de una película es, digamos, de $ 100m., 65 son gastos de producción y 35 de marketing. La distribución y los cines se quedan con el 50% de los ingresos de taquilla. Una película así debe ingresar al menos $200m. para empezar a dar beneficios. Y se calcula que los ingresos de una película disminuyen un 50% cada semana desde el weekend del estreno.
¿De dónde vienen los beneficios en el cine? En síntesis, hoy los beneficios a corto plazo (que son los que más cuentan) provienen sobre todo de la venta de DVD. El coste de producción de cada DVD es de $2 y el de marketing de otros $2. El precio de venta inicial está entre $20-30. Ahí están los beneficios, si las cosas no se tuercen.
Y aquí viene el factor «tiempo que se encoge»: si los DVD piratas (y las descargas piratas de la red), aparecen uno o dos días tras el estreno en las salas, la industria necesita adelantar las salidas digitales en el mercado legal. Hace una año, el plazo entre el estreno y el DVD rondaba los 6 meses. Ahora tiende a ser de 4 meses. El caso límite lo plantea Steven Soderbergh, que el próximo 27 de enero estrena al tiempo en salas, cable y DVD su película «Bubble».
Ya sabemos que muchos asuntos relacionados con las técnicas digitales están cambiando el cine. Entre otros, hay uno que efectivamente está ahí, y otro que quizá pueda estar ahí en un futuro.
El cambio que aquí está, y que quizá desconocemos, es éste: como hay que hacer que el público vea las películas cuanto antes, el público no tiene tiempo de saber qué es lo que va a ver. Dicho de otro modo, está desapareciendo la relación real entre la calidad de un film y el número de espectadores. Cada vez vemos las películas con menos información y menos opinión, y con más publicidad y más marketing acerca de ellas. Lo que en el dialecto hollywoodiano se llama «pre-awareness«. Asunto en realidad preocupante y muy digno de atención.
El cambio que no está aquí es uno soñado por David Puttnam , que me contó hace tiempo, en una cena. Puttnam, productor británico que fue presidente de Columbia Pictures en tiempos de Coca-Cola como su propietaria, entreveía así el futuro del cine: en las salas (digitales, en simultáneo via satélite) se proyecta, gratis, un larguísimo «trailer» de la película (1 hora), mientras los espectadores comen palomitas y beben refrescos (pagando: ese el 60% de los ingresos de las salas). Y a la salida, pueden -si quieren- comprar el DVD completo de la película. David Puttnam pensaba que -además de algunas salas «normales»- esta era una solución muy honrosa para evitar la pérdida ciudadana del espectáculo cinematográfico.
Antes de los dos segundos dedicados al olvido de lo dicho hasta aquí: ¿a alguien le parece interesante esta idea de Puttnam? A mí sí. Por eso no he podido dejar de contarla, al leer el artículo del NYT.