Autor invitado: Juan José García-Noblejas.
Coincido tanto con lo escrito por José Luis en «Una pregunta inquietante«, a propósito de lo dicho por Tom Foremski, que tomo una palabra del título para abundar sin exageraciones, y recordar algunas cuestiones inquietantes que hoy encontramos en el mundo de la comunicación. Trataré ahora de una de ellas. Más adelante podrán venir otras, para no abusar hoy con las sugerencias que trae consigo la pregunta del autor de eCuaderno.
La primera cuestión inquietante nace al corroborar que se pierde la perspectiva diciendo que en la historia de la comunicación hay tantas «innovaciones radicales» (sobre todo en las herramientas técnicas), que parece natural que esa historia esté plagada de sucesos «apocalípticos». Cosa que sucede cuando se mira sólo la superficie de las cosas, haciendo luego tremendismo para conseguir audiencia. Viene a ser como hablar cada semana de la «boda del siglo».
Es cierto que a muchos nos gustaría ser románticos protagonistas o testigos de grandes sucesos revolucionarios, pero bien vistas las cosas, en el mundo de la comunicación hay más evoluciones que revoluciones. Y las primeras exigen de ordinario más preparación profesional y ganas de trabajar que las segundas, alimentadas sobre todo a base de buena voluntad, ilusiones y corajes.
Lo que resulta inquietante es ver -en el mundo de la comunicación pública- abundante(s) falta(s) de profesionalidad.
Inquieta ver demasiada mentalidad de espectadores y demasiado poca actitud de actores en la vida profesional, que es lo que hoy da vigor a la vida social. Inquieta lo que dice un amigo filósofo: que la nuestra parece una época de gentes bloqueadas e indecisas, entre un pasado que no termina de pasar y un futuro que no termina de llegar. Gentes que esperan que sean otros quienes hagan pasar ese pasado que parece que nos lastra y traigan un futuro, siempre visto como liberador. (Se trata de una nueva modalidad de aquel «¡que inventen ellos!»: ¡que decidan ellos!).
Gentes que son una especie de teóricos de la vida que terminan por enredarse en su postura, porque si tienen que comprar un laptop, en vez de adquirir el que mejor se acomode a sus necesidades y posibilidades en ese momento, prefieren no comprar ninguno, y comentar que el mes que viene saldrá el nuevo y «casi definitivo» modelo que tiene tales y cuales ventajas, aunque le falten aún estos y otros aparejos. Y así cada mes.
Es inquietante que en el mundo de la comunicación pública haya quienes, en efecto, no están ni en los «medios tradicionales» ni tampoco en los «nuevos medios», porque a fin de cuentas resulta que no están realmente «en los medios» y en las necesidades concretas de la comunicación en cada día. Miran y hablan de ellos, pero inquieta comprobar que lo hacen desde fuera: están, quizá en «los negocios», o quizá en «la política», o simplemente en «la gestión», cosas más cómodas, egoístas e impersonales de lo que parece a simple vista.
Y esto no sucede solo a profesores en Facultades de Comunicación (que sucede), sino a profesionales de las redacciones y los talleres (y sobre todo de la gerencia) de los «medios tradicionales», lo mismo que de los «nuevos medios». Es inquietante ver profesionales de la comunicación pública que viven en un «¡ay!», en un continuo sobresalto desconcertado. Y -lo que es mucho peor- provocando efectos desconcertantes en quienes esperan de ellos saber cómo están las cosas.
Es inquietante ver falta de profesionalidad en un mundo que sale adelante a base de las profesiones y los profesionales. Sean éstos arquitectos, médicos, jueces, conductores de autobuses o comunicadores.
Ante una cuestión inquietante como ésta, produce sosiego lo dicho por José Luis en la anotación que da pie a ésta. Y también causa sosiego, por ejemplo, ver la profesionalidad de James Bone, corresponsal de The Times en NY, poniendo ayer las cosas en su sitio (Where Is the Car?, en el Wall Street Journal) acerca de su profesionalidad periodística ante las narices de Kofi Annan, quien dijo que no era un «periodista serio» por insistir en una simple pregunta que le resultaba incómoda. Como causa sosiego leer [via 24/7] a Julián Gallo en La Nación, hablando de los presentes desafíos de Un nuevo periodismo. O a Dan Gillmor anunciando su Center for Citizen Media, en colaboración con UC Berkeley y Harvard.
[Más adelante, dos nuevas cuestiones inquietantes provocadas por la pregunta inquietante de José Luis: una sobre precisión y fiabilidad, y otra sobre hechos y ficciones en la comunicación]
By the way, parece que sería muy inquietante que eCuaderno incluyera publicidad el 1 de abril, pero no que lo diga hoy.