Como seguramente habrán notado los lectores habituales de este blog, suelo aprovechar los viajes para desconectar un poco de la vida online, dedicar tiempo a la gente que me ha invitado y ver un poco la ciudad.
Me sigo negando a viajar con un portátil y, mientras me resulta posible, tengo el móvil desconectado.
Aprovecho los traslados y las esperas para leer, preparar otras clases o conferencias, y a veces para charlar con los compañeros ocasionales.
Llámalo, slow blogging.