Las Elecciones Locales y Autonómicas del 22 de mayo dibujan un nuevo mapa político en España y seguramente acortarán los plazos de las Generales de 2012.
Resulta tan histórica la derrota socialista como el triunfo de los populares, unos y otros pierden y ganan más de lo esperado. Zapatero compareció con un discurso preparado, pero sin autocrítica, ni anuncios. Rajoy llevaba unas notas, pero resultó previsible en un balcon en el que lo único memorable fue algo que preferirán olvidar cuanto antes.
Aunque la participación ha mejorado, la suma de abstenciones, votos en blanco y nulos se acerca al total de votos obtenidos por los dos partidos mayoritarios. Este dato parece reflejar electoralmente la disconformidad escenificada en las acampadas y la falta de opciones atractivas entre los partidarios del no les votes.
Los resultados, así como su proyección hipotética a un escenario de elecciones nacionales, ponen de manifiesto, una vez, más los desequilibrios del actual sistema electoral y dan evidentes argumentos a los impulsores de su cambio.
El movimiento cívico iniciado el 15M podrá mantener su vitalidad en la medida en la que sea capaz de conservar su pluralidad basada en acuerdos de mínimos en torno a algunas de las ineficiencias estructurales del sistema, pero perderá fuelle y credibilidad si avanza en la dinámica de asambleas y propuestas programáticas (que, por otra parte, están en las antípodas de la filosofía política que los electores han respaldado mayoritariamente en las urnas).