Hace algunos días se preguntaban en Boulé: ¿Quién tiene miedo a las bitácoras? Ayer, Fernando Berlín levantó la mano en El País con el penoso artículo: La Red de pensamiento agitativo en Internet (registro), en el que sostiene que hay bitácoras que forman una
(…) galaxia de webs, en torno a cincuenta, se encarga de amplificar y magnificar pequeñas noticias y libelos de la Red relacionados con -contra- el PSOE, con los nacionalistas, con PRISA y, por supuesto, con el Gobierno de Zapatero.
(…)
Los agitadores neocons han asumido procedimientos de Red y técnicas de coordinación propias de las células comunistas y se han apropiado de sus mecanismos.
Hace tres días, a causa de la última pataleta contra los confidenciales sostuve que «no tardarán en enfrentarse también a los weblogs», y ya se ve que no han tardado nada. Sólo que a la lista de temores que, en mi opinión, explican este nerviosismo (temor «a seguir perdiendo influencia, a seguir perdiendo lectores, a compartir la agenda pública, a compartir la tarta publicitaria, a tener que reinventarse, a tener que cambiar»), hay que agregar el temor a la diversidad.
A lo mejor es que Berlín no leyó La Red (Taurus, Madrid, 1998), donde Juan Luis Cebrián afirma (pp. 192-193):
Si somos capaces de defendernos de los fantasmas, y de mantener el pluralismo y diversidad dentro de la cultura planetaria, estaremos contribuyendo a la creación de lo que podríamos llamar una conciencia universal.
(…)
La sociedad de la información puede y debe contribuir a la diseminación de esos criterios desde la práctica de la tolerancia y del diálogo.
Creo que es mucho lo que está en juego y que no podemos mirar para otro lado como si no estuviera pasando nada.
En La comunidad virtual (Gedisa, Barcelona, 1996) un libro imprescindible para entender la red, Howard Rheingold nos apremia:
La comunidad en línea tiene una responsabilidad hacia la libertad que disfruta, y si quiere continuar disfrutándola, más personas deben tomar parte activa en educar a la población no técnica acerca de las diversas distinciones importantes que se pierden en los bombardeos del periodismo sensacionalista.
y remata:
Es improbable que cualquier libertad que perdamos ahora sea recuperada más adelante.
Pásalo.